Dicen que cuando escribes una historia/un examen/una carta, el desenlace/la última pregunta/la despedida deben estar bien, tanto de contenido como de forma, porque es lo que más recuerda quien lo lee, el sabor de boca que se lleva.
La pregunta obligada es qué sabor de boca me llevo yo de la aventura chilena. Un buen sabor de boca, sin duda. Un sabor de boca que aunque sabes que irá desapareciendo, tienes la certeza de que lo recordarás siempre. Los que me conocéis sabéis que me gustan las verdades, y las personas de cara: obviamente no todo ha sido fácil, no todo han sido momentos buenos, pero incluso de los malos se puede extraer algo provechoso. O seguramente es de los malos de los que más aprendemos. Pero mantengo que el recuerdo que me llevo en general es muy bueno.
¿Y en concreto qué me llevo yo? Os puedo decir que por de pronto, casi 2GB de fotografías, recetas de Kuchen alemán de Ines y de platos de fondo fáciles de preparar, unos preciosos llaveros... También me llevo la sensación de que no me equivoqué cuando tomé la decisión de irme (una vez más las decisiones de las que hablé en la primera entrada del blog, en mi clasificación esta es una de las correctas), gente que siempre recordaré que me trataron casi como una hija, amigos que me emocionaron el día que nos íbamos, la alegría de haber visto lugares que nunca imaginé que podría visitar con menos de 23 años, algunas enseñanzas, la sensación de que me conozco algo mejor de lo que me conocía cuando tomé el vuelo IB 6831 hacia Madrid el pasado 18 de julio...
Hacer un balance no siempre es fácil, y menos en el poco tiempo en que escribo esta entrada, creo que saldrán más “cosas” positivas y negativas conforme pase el tiempo, cosas que por ahora me han pasado desapercibidas.
Y, lo dicho, he vuelto.
De Corral voy a Valdivia
En el río Calle Calle
Vengo de Niebla y Amargos,