sábado, 1 de septiembre de 2007

Fin de semana 6 (III): del 24 al 27 de agosto


Santiago: Ha llegado el momento de hablar de la capital de este largo y estrecho país. Todo el mundo se equivocó cuando me decía que era una ciudad fea que no me iba a gustar. La vimos en días laborables (viernes y lunes) así que vivimos el ir y venir de los santiaguinos, el ajetreo de hora punta, de la hora de almorzar…

El viernes Victoria tenía una entrevista en la Escuela Diplomática, a las diez de la mañana. Llegamos al despacho del Director de los Estudios Diplomáticos a las 10.00h según el reloj de mi móvil, habiendo dormido en el autobús toda la noche desde Valdivia (trece horas de viaje) y poniéndonos antes quitaojeras y algo de polvos bronceadores en el autobús mientras llegábamos, haciendo malabarismos para que no se cayera el espejito.






En la puerta y en las escaleras de la Escuela Diplomática


En los alrededores de la Escuela hay varios edificios oficiales, está todo en tres manzanas: los Ministerios de Defensa, de Relaciones Exteriores, los Tribunales de Justicia y por supuesto La Moneda, sede de la Presidencia de Chile, que ya no contiene la residencia de la actual presidenta. Después de estrictos (y, creo yo, exagerados) controles por carabineros en la puerta entramos a ver los dos patios de La Moneda. Lo cómico fue que cuando visitamos los dos patios al parecer había un orden (ni los alemanes, vaya) y una vez entrabas en el segundo patio un carabinero te decía que no podías retroceder al primero. Al final (después de una charla preguntándonos de dónde éramos, etc.), el carabinero nos dejó retroceder y tomar un par de fotos. Ya en el segundo patio quise hacerle una foto a Victoria tirando una moneda a la fuente, para eso tuve que quitarme los guantes y los dejé encima de la fuente. De repente veo que se acerca el carabinero y pensé que nos diría que no se podían tirar monedas, pero lo que dijo es que ¡no podía dejar los guantes encima de la fuente! ¿Y qué se me ocurre a mí preguntarle con la “confianza” adquirida? ¡Si nos estaba tomando el pelo! Él me dijo “Nooo, yo no puedo bromear, dama”. A veces una olvida el uniforme y la gorra. Después de tantos malentendidos nos hicimos una foto juntos.




Arriba: La Moneda en la tarde lluviosa del viernes. Centro: uno de los patios. Abajo: con el Carabinero (obvio ¿no?)


El viernes comimos en la zona de Providencia, concretamente en el restaurante Giratorio [http://www.restaurantgiratorio.cl/], un restaurante con comedor circular que va girando lentamente y que está a una altura 18º. La comida buenísima y el precio adecuado a la calidad (8500 pesos), pianista y unas vistas maravillosas (¡esperable a esas alturas!)








Para algunos tener que comer no es más que una incómoda interrupción del viaje, para mí es un placer y forma parte de hacer turismo. Arriba: reflejadas en el espejo del techo, abajo: a punto de saborear el pastel de marisco


El lunes empezamos por la Plaza de Armas, donde está La Catedral de Santiago, el edificio de Correos, el Museo Histórico Nacional (donde vimos una danza típica boliviana). En la plaza hay dibujantes y retratistas (al más puro estilo Las Ramblas) y en el suelo se ven mapas antiguos de Santiago en relieve hechos de metal. Era un día soleado y bastante caluroso para ser invierno así que el paseo fui muy agradable.

Arriba: la Plaza de las Armas, centro: La Catedral, abajo: edificio de Correos



Paseando, paseando llegamos hasta La Alhambra… No bromeo. En Santiago hay un palacete de arquitectura morisca construida en 1862 y que aunque ahora alberga una galería de arte en sus inicios fue residencia particular. Fue encargada por el dueño a estilo y semejanza de La Alhambra de Granada, hay una copia del patio con leones y columnas que replican las de la auténtica Alhambra. A granaínos de pura cepa como mi madre le ofendería que ese edificio llevara ese nombre, hasta yo pensé que tendrían que haber pensado otro nombre: las comparaciones son odiosas.






La Alhambra: fachada y las columnas


Empezamos la tarde dirigiéndonos al Cerro Santa Lucía, un cerro en medio de la ciudad con una extensión de más de 60000 metros cuadrados y una altura de casi 70 metros. Jardines, fuentes, estatuas, hasta una ermita con la tumba de Vicuña MacKenna (político chileno que llegó a ser intendente de Santiago). Hay varios espacios estrechos y escalones con piedras para llegar a la cima. Pero vale la pena el camino: desde la cima las vistas son impresionantes, parece que estás a punto de poder tocar la cordillera de Los Andes con la mano y además se avista el otro cerro de la ciudad: Cerro San Cristóbal. Nuestra siguiente parada.



Arriba: fuente en Cerro Santa Lucía, abajo: vista desde la cima, parece que es verdad que Santiago se levanta entre montañas...



La subida a este cerro la hicimos al atardecer, pisando ya la noche. Fue muy emocionante ver todo Santiago lleno de luces, porque además las luces permiten darse cuenta de lo enorme que es esta ciudad (en el año 2002 tenía una población de casi 5 millones y medio de habitantes). Subimos en ascensor (muy parecidos a los de Valparaíso, ascensor tipo cremallera) pero destapado. Ahí me di cuenta que no le había perdido ni un ápice de miedo a las alturas y que incluso tenía más de lo que yo recordaba. Victoria tuvo que hacer las fotos porque yo estaba en un rinconcito agarrada a la baranda del ascensor. El ascensor nos dejó a los pies de la imagen de la Inmaculada Concepción, había música ambiental. Victoria y yo nos sentamos (alejadas la una de la otra) admirando la ciudad con la música de fondo y… Ahora que no nos oye nadie voy a reconocer que me emocioné (literalmente): se me hizo un nudo en la garganta y me cayeron unas lagrimillas de los ojos. Luego cerré los ojos unos segundos (largos), respiré profundamente y volví a abrirlos. Ya de noche nos quedaba una última atracción: un paseo en funicular para bajar el cerro. Fue verdaderamente precioso, no sé explicarlo con palabras (si supiera me ganaría la vida como escritora) pero lo cierto es que si la vista de Santiago y las montañas de noche no fuera suficiente había ¡luna llena!


Arriba: Inmaculada Concepción, centro: vista de la ciudad, Los Andes y la luna llena desde el Cerro San Cristóbal. Las dos imágenes con la música de fondo aún se verían más bonitas. Abajo: desde el funicular. La flor en el pelo demuestra que estaba muy mística...


Rendidas en el terminal de buses esperábamos nuestro último viaje del día: a las diez y media de la noche un autobús de vuelta a Valdivia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Santiago de Chile tal como tu te explicas es como si estuvieramos viendolo.

No me ha molestado en absoluto que estuvieras en la Alhambra de Santiago. Pues me ha emocionado, me ha gustado verla.

La fotografia con el "carabiniero",
en esa proximidad alguno que conocemos lo mismo te pide explicaciones. Como es su deber.

La madrina alucina en rectangulos, esta deseando de ir a ver todo lo que cuentas y que le hagas de guia.

Ala.

Un besooooooooooooooooooooooo!!!!!

Anónimo dijo...

"Yo estoy sola en el hotel, estoy viendo amanecer
Santiago de Chile se despierta entre montañas"

Pues me quedo con la parte izquierda de las fotos de la puerta y las escaleras de la Escuela Diplomática... con la foto del centro de uno de los patios... con la chica del pastel de marisco... con la Plaza de las Armas y el edificio de Correos... y la de la flor en el pelo...

por lo que se refiere al Carabinero... no me preocupa ya que éste es un crustáceo que vive a unos 200 metros de profundidad, otra cosa sería un apuesto Carabiniero, entonces ya hablaríamos seriamente ;)

un bso

http://es.youtube.com/watch?v=goIyXrqTnHE