miércoles, 22 de agosto de 2007

“¿Y cómo somos los chilenos?”

Eso nos preguntaron en una tienda hace un par de semanas en cuanto detectaron que éramos españolas. Difícil de contestar. Además creo que cuando describimos a otro revelamos más de nosotros mismos que de esa persona, porque destacamos aquello que nos sorprendió, aquello en lo que la persona se diferencia de nosotros o de lo que nos es conocido. Pero voy a intentarlo.


Empezaré por lo bueno. Son personas muy hospitalarias, amables y cariñosas, siempre dispuestas a ayudar y además a hacerlo sinceramente y con agrado. Sin ir más lejos este fin de semana tenemos alojamiento en Valparaíso en casa de los padres de una profesora del Instituto, cuando le comenté que queríamos visitar Santiago y Valparaíso enseguida me ofreció su pieza en casa de sus padres. Pero toda cara tiene su cruz. ¿Lo malo? La impuntualidad. Tanto es así que cuando compramos los billetes para ir en la barquita por el río Valdivia y el vendedor nos dijo “sale a las 4 de la tarde”, enseguida añadió “bueno, a las 4 hora chilena, es decir, 4 y cuarto, 4 y veinte”. Tal cual. Y eso de fijar una hora y añadir que es hora chilena está bastante extendido cuando tratan con extranjeros. Aún así a los alemanes, y a otros que no lo somos pero que nos parecemos, “nos tienen fritos”. Su amabilidad tiene desde mi punto de vista un lado malo. Les cuesta mucho decir que no (aunque sea lo que están pensando) o, en general, decir algo malo, lo decoran demasiado para no herir sensibilidades, están acostumbrados a hablarse con demasiado cariño y suavidad y un “no” rotundo les es difícil de encajar. La claridad no es un atributo extendido por estas latitudes, por eso cuando encuentras a alguien que es claro y directo al dar sus opiniones y al decir las cosas has encontrado un tesoro (Arlene, la dueña de la casa, lo es y mucho). Efectivamente, yo valoro la claridad en una persona.


Hay que decir a su favor que no son vagos, como tiene fama toda América Latina. Para muestra, un botón. Sus clases empiezan a las 8.10 de la mañana y son de una hora y media sin pausas (y nos quejamos en la UPF), tienen menos feriados (fiestas) que en España. Lo que sí es cierto es que pese a las horas de trabajo las estadísticas muestran (es lo que tiene trabajar en el Instituto de Estadística) que son menos productivos que los países de la OCDE. Por tanto, son más ineficientes o, lo que es lo mismo, pierden demasiado tiempo en pasillos y tomando el café.


Otra cosa que me llamó la atención fue el trato que recibe la religión aquí. Ves en la revista de LAN (la homóloga de Iberia en España) que en la presentación de un nuevo modelo de avión una de las partes de la ceremonia es que una autoridad eclesiástica lo bendice. No sé si eso se ve en España. Quizás sí, y yo no me he fijado. Otro ejemplo: me sorprendió que en una charla a cargo del Rector de la Universidad de Santiago de Chile sobre la investigación universitaria en Chile a la que fui, el Rector se declarara abiertamente católico (eso no lo he visto en la UPF). [El link sobre la charla es: http://www.uach.cl/rrpp/online/ver.php?not=8581 y aprovecho para decir que en la parte derecha de la foto en segunda fila se ve una bufanda color crema, la cabeza que sale de esa bufanda es la mía].


Por último hablar de su eterno rival: Argentina. En Argentina se juega mejor al fútbol, el acento argentino gusta más, los argentinos ligan más, es un país más visitado que Chile aunque los dos tengan similitudes en sus atractivos turísticos… Yo creo que Chile se siente el patito feo. Yo, que llevo algo más de un mes por aquí, os digo que de feo nada.




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